10 de abril de 2010

EL PARTIDO DEL SIGLO



Todo el mundo habla del partido. Los medios no paran de hacerlo y como expertos en eso que llaman la comunicación levantan expectación como espuma para que hoy  se paralicen los relojes y todos lo vean.

Durante hora y media y  parte del día siguiente el paro, la corrupción la crisis y las disputas políticas quedarán en segundo plano.

La ventaja de viajar con una mochila es poder pararte en los sitios donde nadie para. Eso, una vez,  en una tarde de sábado  me permitió presenciar  un Real Madrid –Barcelona CF en vivo y gratis. Fue en el Sahel.  En mi memoria lo tengo grabado como un buen partido. Los jugadores disputaban el balón con nobleza y el árbitro pitaba  mejor que muchos  profesionales. La cancha se encontraba en una explanada frente a un hospital primario y una escuela básica. Cuando un equipo metía gol sus hinchas  invadían el terreno de juego y se abrazaban con sus jugadores. El partido duró más de lo habitual porque, de vez en cuando, el paso de las vacas obligaba al colegiado a parar el juego. Los jugadores vestían camisetas del Madrid y del Barca, calzaban sandalias de río y la tribuna era el suelo.
Me gusta el fútbol; pero no veré el superpartido. Dudo mucho que le supere en emoción e intensidad a aquel derby, que presencié en Mali y, además, estoy harto de que, siempre, la gente  se identifique  con los que siempre van de ganadores, sí, ésos,   los madrides, barcas, manchesteres , arsenales y demás.
El destino quiso que, en Hombori, rumbo  de Tombuctú,  en mi camino y en el de Javier, mi compañero de viajes, se cruzara Rafael y su pequeña organización y, allí, con ellos permanecimos  unos cuantos días en el aquel lugar dejado de la mano de Dios compartiendo  vivencias y emociones. Lo que nuestros ojos vieron en aquellas montañas y pueblos remotos no se nos olvidará nunca y cada vez que vea un Real Madrid- Barca mi mente volará hasta allí y me acordaré de Rafael y de su gente.

Clicar, por favor, sobre la foto. Cuando lo hago vuelvo siempre aquel  atardecer del Sahel.
Iñigo Oliberos

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