La ciudad había retomado su pulso; pero, todavía, andábamos saboreando la fiesta de San Sebastián y, en nuestras cabezas, aún, redoblaba la tamborrada. No eran años de alegrías y las posibilidades de sonreír resultaban escasas. No sonreíamos porque, en cualquier momento, los teletipos nos hablaban de atentados mortales. Fue un veinte y tres de enero de hace veinte años. Un día gris y con lluvia. Me encontraba en la oficina y, todavía, no había ido a comer. Tenía que terminar un informe, que no recuerdo ni quién me lo encargó ni de qué iba. La compañera, que llevaba los temas de comunicación nos dio la noticia. Han matado a Gregorio Ordoñez. Quizás sus palabras no fueron aquellas; pero nunca olvidaré ese momento. De aquel día, conservo recuerdos que, a veces, como hoy, acuden en desorden a mi memoria. Flashes borrosos que se encuentran en mi mente y que, siempre, seguirán ahí. Informativos. Flores en el suelo. La manifestación. El bar de la calle 31 de agosto. El funeral. La concentración en la plaza de Gipuzkoa. Voces de la radio. Gregorio, es irrepetible. Dejó un gran vacío y muchos le echamos de menos en esta ciudad como también echamos de menos a mucha gente, que la sinrazón se llevó por delante; pero me gustaría compartir con vosotros un recuerdo. Un día me acerqué al Centro de Atracción y Turismo, en los bajos del teatro Victoria Eugenia a pedir unos catálogos. Tenía unos amigos ingleses a los que quería convencer para venir a Donostia. No era fácil en aquellos años atraer gente aquí. Gregorio era entonces el concejal de Turismo. Era la hora de comer. No sabía muy bien si estaba abierto o cerrado; pero entré. Él se encontraba detrás del mostrador y me atendió personalmente. Bajó al sótano, subió un par de cajas y escogimos juntos los catálogos, luego, hablamos un rato sobre nuestra ciudad, San Sebastián. Iñigo Oliberos. Donostia- San Sebastián 23. 01. 2015.
23 de enero de 2015
VEINTE AÑOS SIN GREGORIO
La ciudad había retomado su pulso; pero, todavía, andábamos saboreando la fiesta de San Sebastián y, en nuestras cabezas, aún, redoblaba la tamborrada. No eran años de alegrías y las posibilidades de sonreír resultaban escasas. No sonreíamos porque, en cualquier momento, los teletipos nos hablaban de atentados mortales. Fue un veinte y tres de enero de hace veinte años. Un día gris y con lluvia. Me encontraba en la oficina y, todavía, no había ido a comer. Tenía que terminar un informe, que no recuerdo ni quién me lo encargó ni de qué iba. La compañera, que llevaba los temas de comunicación nos dio la noticia. Han matado a Gregorio Ordoñez. Quizás sus palabras no fueron aquellas; pero nunca olvidaré ese momento. De aquel día, conservo recuerdos que, a veces, como hoy, acuden en desorden a mi memoria. Flashes borrosos que se encuentran en mi mente y que, siempre, seguirán ahí. Informativos. Flores en el suelo. La manifestación. El bar de la calle 31 de agosto. El funeral. La concentración en la plaza de Gipuzkoa. Voces de la radio. Gregorio, es irrepetible. Dejó un gran vacío y muchos le echamos de menos en esta ciudad como también echamos de menos a mucha gente, que la sinrazón se llevó por delante; pero me gustaría compartir con vosotros un recuerdo. Un día me acerqué al Centro de Atracción y Turismo, en los bajos del teatro Victoria Eugenia a pedir unos catálogos. Tenía unos amigos ingleses a los que quería convencer para venir a Donostia. No era fácil en aquellos años atraer gente aquí. Gregorio era entonces el concejal de Turismo. Era la hora de comer. No sabía muy bien si estaba abierto o cerrado; pero entré. Él se encontraba detrás del mostrador y me atendió personalmente. Bajó al sótano, subió un par de cajas y escogimos juntos los catálogos, luego, hablamos un rato sobre nuestra ciudad, San Sebastián. Iñigo Oliberos. Donostia- San Sebastián 23. 01. 2015.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario