4 de enero de 2010

LO QUE SE APRENDE PERDIENDO LA CARTERA



El día dos, anduve con Luisa rebuscando un buen rato por el salón, la cocina, el estudio, y mi habitación, pero no la encontramos. Faltaba mi cartera. Se tuvo que ir sin cobrar la semana.

Si el día año nuevo no salí, debió ocurrir en la nochevieja. ¡Más de un día sin tarjetas y sin darme cuenta...!. Conecté el ordenador, las cuentas se encontraban intactas. Llamé a objetos perdidos, no había nada con mis datos, finalmente marqué el número de la caja de ahorros.
-Buenos días. He perdido mi cartera.
- Lo lamento. Déme sus datos, por favor
- Ya tiene bloquedas las tarjetas.
- Oiga, mire .No tengo efectivo en casa.
- Lo sentimos, pero hasta el jueves, no tendrá operativas las nuevas tarjetas de crédito, pero puede usar nuestro sistema de “pago amigo”[1]. Feliz año.
- Muchas Gracias. Feliz año.
Me senté en mi escritorio y las imágenes de la nochevieja vinieron a mi mente como fotos de un power point. No me refiero al discurso del Lehendakari, tampoco al programa “ Vaya semanita”, sino a cómo pagué el taxi, que me trajo hasta el mismo portal, la conversación que tuve con el taxista, lo que hablé por teléfono con mi novia, a quién acababa de dejar en casa con su familia y hasta las sopas de ajo que calenté en la cocina poco antes de acostarme. Sin duda, se cayó de mi bolsillo al salir del taxi.

Perder una cartera resulta una putada , pero ¿ylo qué se aprende? Se aprende mucho. Que no resulta necesario gastar por reyes, que si hay gente que en vez de devolver algo se lo apropia, existen más personas dispuestas ayudarte. El carnicero, puso en mi mano una pechuga de pollo fileteada, un par de hamburguesas y trescientos euros, la baserritarra a la que compro la verdura, oye la conversación y me regala una lechuga, los propietarios del bar, donde mi novia y yo tomamos cañas, quisieron prestarme dinero y lo más importante con lo que tienes en el congelador se pasa porque peor se ve quién no tiene nada.

El domingo, día tres, a las ocho de la mañana el teléfono nos despierta a mi novia y a mí. Un señor, que vive en la otra punta de la ciudad. Ha aparecido mi cartera cerca de su portal. Están mi DNI, las tarjetas y el abono del fútbol, pero falta el dinero. ¿Y la lotería? pregunto. No está. Lástima era el único décimo que jugaba. Me dice que me deja la cartera en un bar.

Pensándolo bien para que quiero lotería, teniendo amigos así.
Haritz
[1] No sabía que los bancos tuvieran algo de amistad, pero se trata de una forma de sacar dinero de un cajero sin tarjeta, sólo con unas claves especiales.

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